En la mayoría de las relaciones, los meses antes, durante y después de una separación, son meses donde las discusiones están al orden del día. Estas discusiones estén o no los niños delante llegan a perjudicarles en su estado de ánimo.
Las principales víctimas ante una separación o divorcio, sin duda alguna, son los hijos.

Si la separación se produce entre los 2 y los 6 años los niños ya se dan cuenta de lo que está pasando en su entorno y esto les afecta en su estado de ánimo ( se sienten tristes, solos, ansiedad al dejarle en la escuela o con otra persona ) o en su conducta ( rabietas, agresividad, llamadas de atención, búsqueda de afecto, miedos, dificultad para relacionarse con otros...) A estas edades son muy habituales las conductas de regresión como volverse hacer pis, chuparse el dedo, infantilismo, querer dormir con los padres...
Si la separación se produce cuando tiene entre los 7 y 12 años, los niños ya disponen de mayores recursos lingüísticos para poder decir en cada momento que es lo que sienten. No entienden por que sus padres tienen que estar separados y se sienten culpables. Este estado de ánimo repercute en su vida diaria, no relacionándose con sus iguales, sintiéndose triste, frustrado... y esto repercutirá en sus estudios.
A veces pensamos que cuanto más mayor son nuestros hijos, mejor aceptaran la separación de sus padres y esto es una gran equivocación. Si la separación de los padres se produce en la adolescencia, los jóvenes afrontan la separación de sus padres, incrementando sus conductas de riesgo, juntándose con gente no muy adecuada para su educación, bebiendo alcohol, consumiendo drogas....
Uno de los pilares más importantes para la educación de los niños, por no decir el fundamental, es la educación que recibe tanto por parte de la madre como por parte del padre. Lo que eduquemos a nuestros hijos, el ejemplo que les demos, será fundamental para su educación a lo largo de su vida. Es por eso, que a lo largo de la vida de los niños, tiene que recibir la dosis de educación de la madre pero sin olvidar la dosis que les aporta el padre.
Algo que nunca debe de olvidarse, es que delante de nuestros hijos, NUNCA hay que hablarles mal ni de su padre ni de su madre, ellos no tiene ninguna culpa de los fallos que cometemos los adultos.
Muy interesante vane . besitos
ResponderEliminarBueno, esto ya es muy habitual y me atrevería a calcular que casi la mitad de los niños tienen ya esta "moda" a sus espaldas.
ResponderEliminarLo normal ya casi es, cuando se les pregunta que dónde se irán de vacaciones o fin de semana, que te digan "con mi padre o con mi madre".
No quiero meterme en muchos jaleos de estos pero la batalla entre padres y madres, madres y padres, a veces lo que hacen es manipular y machacar al niño con el tira y afloja de a ver quién puede más, quién le regala (soborna) más, quién le consiente más, etc o solo, el simple hecho de decir el uno del otro que es el malo y viceversa, hacen al niño un cacao mental.
Creo que lo raro pronto va a ser ver todavía a niños donde los padres no estén separados o peleados.
Creo pero yo ni idea, ¿eh?, solo lo creo.
Saludetes
Pues tienes razon la peor parte la tienen los hijos y lo peor q lo s utilizan cada uno en su beneficio
ResponderEliminarLos ejemplos que he visto de cerca, muy mal, algunos rematadamente mal. Más comprensión y reconciliación, amor si es posible, y menos tirar de la manta.
ResponderEliminarUn beso
Hola,
ResponderEliminarun tema muy complicado y duro.....
besis